viernes, 22 de mayo de 2009

Cuando hasta los expertos se equivocan

Nadie es perfecto y el que tiene boca, se equivoca. Soy la primera en defender tanto mi derecho a equivocarme como el de mis alumnos. Este último visto con frecuencia por la mentalidad cartesiana francesa como inexistente. En los manuales escolares franceses de español hay errores. Eso lo han podido constatar en más de una ocasión mis apreciados colegas. Muchos son, evidentemente, errores de imprenta, sin embargo, otros dejan preguntándose si los autores han verificado la información y/o con quién. Digamos que tampoco se les puede exigir un gran rigor a unos textos muchas veces escritos en la inmediatez que sigue la publicación de un nuevo programa, una nueva directiva europea o la simple necesidad comercial para la casa editorial de publicar un nuevo título o colección.

Pero que una profesora universitaria cometa varios errores garrafales en la corrección de una explicación de texto de agregación interna propuesta por ella misma en el cuadro de los cursos del CNED es indignante. El texto, que no perdona dos lecturas pues ya concluida la primera había detectado dos confusiones y dos referencias confusas es accesible mediante pago y preparatorio para profesores que como yo, habiendo obtenido el CAPES o similar y acumulado al menos cinco años de experiencia aspiramos a intentar cambiar de “échelle de rémuneration”. Se puede recordar a su favor que se trata de la explicación de un fragmento de esa novela que Fuentes catalogó de “Biblia latinoamericana”, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez que desde su publicación ha amasado una suma millonaria de lectores y ha dado para miles de páginas de crítica literaria y universitaria. Y para ninguno de esos más de treinta millones de conocedores de Macondo es un secreto el puzzle de la historia. Y qué decir de la empecinada repetición onomástica. Pero confundir a José Arcadio hijo, muerto en condiciones misteriosas y cuya tumba exhala; incluso después de mucho tiempo, un insoportable olor a pólvora con su padre José Arcadio Buendía, fundador de la estirpe y del pueblo es error digno de nuestros pequeños. Y afirmar que Pilar Ternera inició sexualmente a José Arcadio Segundo que ciertamente desconocía su filiación con ella pero que ésta sabía era su nieto, hijo de Arcadio, su hijo engendrado con José Arcadio (hijo); y de Santa Sofía de la Piedad a quien ella misma pagó para que se acostara con Arcadio cuando éste la buscaba a ella sin saber que se trataba de su propia madre.

Vamos que la cosa es difícil pero de eso se trata, de desenmarañar el texto o ayudar a hacerlo dando pistas certeras a estos incultos profesores de segundaria a quienes no adornan todavía los laureles catedráticos. O es que acaso en nuestra práctica hemos terminado por desenredar tanto para facilitar la tarea a nuestros pupilos que hemos terminado por acostumbrarnos a ver claro en lo oscuro.

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