viernes, 11 de julio de 2014

Esa pasión que nos devora




Recientemente a una colega de italiano su inspectora le reprochó la enorme pasión que siente ésta por la lengua que enseña. Dejando aclarado que esto fue durante la entrevista que siguió a una inspección debo decir algo. No puede una quedarse callada cuando lo que se nos critica es justamente aquello de lo que tantos carecen. Tengo la suerte de hacer un trabajo que me encanta y de enseñar mi hermosa lengua materna.

Alguna vez también me han dicho algo similar pero por ahora más bien en tono admirativo. Humildemente creo que el día en que deje de sentir amor por lo que hago me pongo a vender arepas en las calles de Lyon. Si a una no le gusta o le duele lo suyo ¿A quién le va a gustar? ¿A quién le va a doler? Si somos los parientes pobres, esos a los que nunca los invitan a la fiesta. Yo seguiré “empepada” por lo que hago y ni modo con los que prefieren una enseñanza “fríamente calculada” como dice el Chapulín.




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