domingo, 20 de marzo de 2016

Intercambiar jugando: una experiencia de gamificación






Como ya lo he comentado en alguna publicación previa, tengo 6 años organizando un intercambio con un colegio catalán, bueno; español; que después me acusan de catalanista cuando en realidad lo que soy es profundamente catalanofila. Como a cualquier hija de vecino hacer siempre lo mismo me aburre sobremanera, lo que siempre me lleva a cambiar algo del programa cada año. Esta vez quise hacerlo pero, ¡ojo! que a mí los cambios radicales me dan más miedo que saltar al vacío. 

En los últimos años he leído, escuchado y visto cosas sobre la gamificación (discúlpenme el palabro pero es el que veo por todas partes) y lo primero que descubrí es que como Monsieur Jourdain  ya lo hacía sin saberlo. A mi manera y dosis, claro. Que para empezar, yo soy más de juegos tradicionales y no sé ni la primera cosa de videojuegos. Ni siquiera he jugado nunca. Pero el sistema de competencia, obstáculos, recompensas, vidas, y puntos lo conozco.

Lo primero que hice fue guardar y mejorar lo que ya hacía en el programa, a saber, la gymkhana en Montjuich. Lo segundo, fue liberarme del famoso cuadernillo (livret) con actividades para hacer individualmente a lo largo de la estancia. En realidad, guardé algunas actividades para ser aplicadas en las clases que teníamos in situ.

Les pedí formar grupos de 4 (6 grupos pues eran 24), que tomaran un nombre en español y en el aula de informática donde nos reuníamos cada mañana debían sentarse juntos. Las actividades se hacían contrarreloj y/o a la calidad. Agregamos también un aspecto competitivo a las redacciones para ser publicadas en el blog y por supuesto una nueva actividad competitiva.

La misma fue inspirada por una hecha hace años con un grupo en viaje lingüístico de otro colegio en el que trabajé y por la que organizo cada año para que los alumnos catalanes descubran la Presqu’île en Lyon. Tras varias decepciones con guías en el barrio Gótico se imponía hacerlo allí. Los alumnos hicieron un rallye fotográfico con 7 etapas y selfies obligatorios. Y aunque tengo que arreglarle unos detalles, a los chicos les gustó.


Al final de todo dimos varios premios: diplomas y recuerdos de Barcelona para los grupos ganadores y un pincho con las fotos y los materiales utilizados en clase para todos. Confieso que me gustó más que hacerles rellenar un cuadernillo y otorgarles una nota por ese trabajo. Porque aunque trabajaron y aprendieron algo, apenas si se dieron cuenta pues estaban jugando.



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