Como ya lo he comentado en
alguna publicación previa, tengo 6 años organizando un intercambio con un colegio
catalán, bueno; español; que después me acusan de catalanista cuando en realidad
lo que soy es profundamente catalanofila. Como a cualquier hija de vecino hacer
siempre lo mismo me aburre sobremanera, lo que siempre me lleva a cambiar algo del
programa cada año. Esta vez quise hacerlo pero, ¡ojo! que a mí los cambios
radicales me dan más miedo que saltar al vacío.
En los últimos años he leído,
escuchado y visto cosas sobre la gamificación (discúlpenme el palabro pero es
el que veo por todas partes) y lo primero que descubrí es que como Monsieur Jourdain ya lo
hacía sin saberlo. A mi manera y dosis, claro. Que para empezar, yo soy más de
juegos tradicionales y no sé ni la primera cosa de videojuegos. Ni siquiera he
jugado nunca. Pero el sistema de competencia, obstáculos, recompensas, vidas, y
puntos lo conozco.
Lo primero que hice fue guardar
y mejorar lo que ya hacía en el programa, a saber, la gymkhana en Montjuich. Lo segundo,
fue liberarme del famoso cuadernillo (livret) con actividades para hacer individualmente
a lo largo de la estancia. En realidad, guardé algunas actividades para ser aplicadas
en las clases que teníamos in situ.
Les pedí formar grupos de 4
(6 grupos pues eran 24), que tomaran un nombre en español y en el aula de informática
donde nos reuníamos cada mañana debían sentarse juntos. Las actividades se
hacían contrarreloj y/o a la calidad. Agregamos también un aspecto competitivo
a las redacciones para ser publicadas en el blog y por supuesto una nueva
actividad competitiva.
La misma fue inspirada por
una hecha hace años con un grupo en viaje lingüístico de otro colegio en el que
trabajé y por la que organizo cada año para que los alumnos catalanes descubran
la Presqu’île en Lyon. Tras varias decepciones con guías en el barrio Gótico se
imponía hacerlo allí. Los alumnos hicieron un rallye fotográfico con 7 etapas y
selfies obligatorios. Y aunque tengo que arreglarle unos detalles, a los chicos
les gustó.
Al final de todo dimos varios
premios: diplomas y recuerdos de Barcelona para los grupos ganadores y un
pincho con las fotos y los materiales utilizados en clase para todos. Confieso
que me gustó más que hacerles rellenar un cuadernillo y otorgarles una nota por
ese trabajo. Porque aunque trabajaron y aprendieron algo, apenas si se dieron
cuenta pues estaban jugando.
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